Fue en 1796 cuando el médico inglés Edward Jenner presentó la primera vacuna del mundo. Se administró para ayudar al sistema inmunológico de las personas a desarrollar protección contra la devastadora enfermedad de la viruela. En los años posteriores, las vacunas han brindado protección contra la difteria y la poliomielitis, el sarampión, la varicela y la influenza. Si bien estas vacunas han funcionado notablemente, los científicos han observado recientemente una cosa que puede detener su impacto; la vacunación puede ser menos eficaz en adultos obesos.
La obesidad es bien conocida por aumentar el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, pero también puede causar cambios metabólicos. Expertos sobre inmunometabolismo están descubriendo que la obesidad interfiere con el sistema inmunológico del cuerpo, lo que abre un mayor riesgo de infección por todo tipo de patógenos de enfermedades.
Normalmente, en un sistema inmunológico saludable, el cuerpo comienza a inflamarse en las zonas que lo necesiten, y la inflamación atrae proteínas para combatir con la infección. Las vacunas trabajan de la misma forma, desarrollando la respuesta inmune del cuerpo para estimular la protección.
Aquellas personas obesas, usualmente ya tienen riesgos metabólicos, como la presión arterial alta y también niveles desbalanceados de azúcar en sangre. Como resultado, su sistema inmunológico esta constantemente en estado de inflamación crónica. Esto significa que su sistema inmunológico está constantemente comprometido, lo cual podría ser la razón por la cual es afectada la efectividad de las vacunas en las personas obesas.
¿Puede el aumento de la actividad física revertir la inflamación causada por la obesidad?
Existe mucha evidencia que muestra que la actividad física reduce la inflamación. Entonces, ¿podrían los efectos antiinflamatorios del ejercicio compensar cualquier inflamación relacionada con la obesidad? Y si es así, ¿podría un aumento de la actividad física ser el secreto para aumentar la efectividad de las vacunas independientemente del peso de una persona?
El profesor Mark Febbraio investiga sobre los efectos antiinflamatorios del ejercicio y gran parte de su trabajo está dedicado a establecer vínculos moleculares entre el ejercicio y la prevención de enfermedades. Cuando le preguntamos si el ejercicio podría aumentar la efectividad de las vacunas en personas obesas, dijo que estamos demasiado pronto en el juego para sacar conclusiones.
“No creo que sepamos lo suficiente sobre la pandemia o la vacuna como para hacer declaraciones definitivas”, dice. “No ha habido ensayos aleatorios, solo evidencia anecdótica de que si está en forma y saludable, sobrelleva mejor el COVID. Si el ejercicio podría afectar la eficacia de una vacuna, simplemente no lo sabemos”.
Febbraio señala que, si bien las implicaciones para la salud relacionadas con la obesidad son ciertamente un problema, lo que más debería preocuparnos es la inactividad física.
El Dr. Robert Sallis, del programa medicina deportiva de Kaiser Permanente en Fontana, está de acuerdo en que la inactividad física es el principal problema de salud pública de nuestro tiempo.
“Todos estamos sentados en nuestras casas, atrincherados, esperando por la vacuna de COVID-19, en lugar de salir y ser activos ejercitándonos, cuando sabemos que esa es la mejor vacuna que por el momento tenemos,” afirma Sallis.
De acuerdo con el Centro de Control y Prevención de Enfermedades, solo la mitad de los adultos entrenan lo necesario para estar saludables.
Ambos son importantes, dice Febbraio. Pero, cuando se trata del riesgo de enfermedad, es probable que una baja capacidad respiratoria cardiovascular presente un mayor riesgo. “Si se piensa en alguien que es obeso, pero que hace ejercicio habitualmente, es más probable que tenga un menor riesgo de enfermedad que las personas delgadas y sedentarias”, explica Febbraio. Esto implica que un mayor riesgo tiene más que ver con la falta de actividad física que con la obesidad, dice.
Si bien no hay duda de que la obesidad causa inflamación crónica de bajo grado que está directamente asociada con la enfermedad, Febbraio advierte que no debe centrarse en la obesidad de manera demasiado específica. Incluso existe algo llamado paradoja de la obesidad, explica.
Es una hipótesis médica que la obesidad puede, en contra de la intuición, ser protectora y estar asociada con una mayor supervivencia en ciertos grupos de personas, como los ancianos o aquellos con ciertas enfermedades crónicas.
“Si eres una persona mayor y tienes más grasa corporal, en realidad estás protegido contra las infecciones, particularmente la sepsis”. Y puede ser lo mismo para las mujeres posmenopáusicas. “Si una mujer tiene grasa visceral, eso no la protege en absoluto. Si tiene niveles muy bajos de grasa, es una protección intermedia. Y si tiene altos niveles de grasa subcutánea, esa es la grasa alrededor de las nalgas y los muslos, eso es realmente protector “. Esto sugiere que el aumento de la grasa corporal no siempre es malo.
Sin embargo, aquí donde COVID-19 vuelve a arrojar cosas al aire.
“Lo más intrigante sobre el SARS-CoV-2 es que si lo padece una persona mayor obesa, tiene un mayor riesgo de desarrollar SDRA, que es el síndrome de dificultad respiratoria aguda”. Febbraio dice que esto es todo lo contrario de lo que sucede con una infección por sepsis, lo cual es sorprendente. Se cree que tiene que ver con el hecho de que es más difícil respirar cuando se posee mucha adiposidad y el paciente está acostado, pero reitera que todo es especulación.
“Simplemente, no podemos hacer ninguna declaración con certeza sobre el SARS-CoV-2 porque simplemente no tenemos los datos, no sabemos lo suficiente al respecto en este momento”, dice Febbraio.
El hecho de que la obesidad aumenta el riesgo de muerte por COVID-19 en casi un 50 por ciento se destacó en un nuevo metaanálisis de 75 estudios de todo el planeta. El profesor Barry Popkin, quien dirigió la investigación, dice que los hallazgos fueron significativamente más altos de lo que nadie había pensado. También amplifica la necesidad de garantizar que cualquier vacuna funcione para la proporción significativa y creciente de nuestra población que es obesa.
“Sabemos que una vacuna COVID tendrá un efecto positivo en las personas obesas, pero sospechamos de todo nuestro conocimiento de las pruebas de la vacuna Sars y la vacuna contra la gripe que tendrá un beneficio menor en comparación con las otras”, dice Popkin.
Por el momento, estamos todavía buscando evidencia que indique que aumentar los niveles de entrenamiento ayudan a mejorar la efectividad de las vacunas – pero hay muchas pruebas de que Individuos físicamente activos han tenido mejores resultados cuando se habla de COVID-19, o cualquier enfermedad crónica.
El ejercicio físico es clave para mejorar la aptitud inmunológica, los antioxidantes producidos durante el ejercicio pueden ayudar a disminuir los impactos de las enfermedades y el ejercicio es una buena medicina para contrarrestar los resfriados, el cáncer y el COVID-19.
“Siento, como médico de medicina familiar que ejerce desde hace mucho tiempo, que [la actividad física es] absolutamente la recomendación más importante que podría recetar a mis pacientes”, concluye Sallis.
Por Emma Hogan para Fit Planet